Una tarde despojada de pudor



Pedro Díaz G.


Las mujeres policía toman una gráfica, y otra, y otra.

¿Qué observan con tanta insistencia?

–Es que debemos pasar un reporte, joven. No vaya a creer que es por morbo. No lo vaya usted a creer...

Amaneció lloviendo este sábado. Y aunque el cielo no presagia ni una pizca de sol, poco a poco se va tejiendo un movimiento inusual sobre el Paseo de la Reforma.

Primeramente es el gentío que a bordo de sus bicicletas se reúne tras la Puerta de los Leones, en Chapultepec.

Pero lo que más llama la atención es la osadía de Omar: es el primero en quitarse los pantalones, dejar al descubierto el torso y sentir el aire frío recorrer, como las miradas de la gente, cada poro de su cuerpo. Click.

Entre vendedores ambulantes, aprendices de bailarines y efectivos policíacos que hoy tienen la consigna de proteger a los manifestantes, Omar deja al desnudo su obsesión por los piercings y de uno de ellos, justo el de en medio de las piernas, cuelga una pequeña bicicleta tejida con alambre, modelo antiguo.

–¡Se quitó la ropa! –menciona una mujer policía y se acerca a capturar la gráfica.

El asombro apenas comienza.

Ulises, uno de los organizadores, se desata el cabello y se quita la ropa: “Amo a mi bici”...; por acá, un grupo de artistas (Javier Pazarán, Marco Delgado, el Comandante Chan Chan, el Primo Fer, Minette, Fredrique, Tronc y Pablo) comienza a pintar consignas, escudos, frases o simples colores en los cuerpos despojados de pudor.

Ahí están, desnudos. Los fotógrafos no dejan de oprimir obturadores

–No cabe duda: siempre hay algo nuevo qué ver –comenta uno de los vigilantes, a quien su pareja lo azuza: anda, quítate el uniforme y te vas así en la moto...

Daniel es otro de los desquiciados de esta tarde: se pinta en la espalda “Cletosapiens, el siguiente paso en la escala evolutiva”... Y su objetivo, es decir, la razón por la que en unos minutos se quitará los pantalones cortos y deambulará por las avenidas de la ciudad, es propugnar porque las próximas generaciones de seres humanos sean respetuosas de su entorno, “y que se muevan en bicicleta, sin contaminar”.

Apenas den las doce y media, pedalearán desnudos por respeto.

Se acerca la hora y cada vez son más:

La idea principal: promocionar el uso de la bicicleta, y para ello pechos piernas brazos y espaldas se convierten en pizarrones.

“Estas llantas no contaminan”, se lee sobre una espalda sobrada de grasas y sus derivados.

O:

“Estamos desnudos ante los autos”.

“Así de frágil me siento”,

“Amo la bici. Amor aventurero”

“Si me matas, ¿quién se va a casar con tu hermana?”

“¿Así, sí me ves?”

Tercera llamada: comenzamos.

Ya son más de 200 los enlistados: no todos, pero sí una gran mayoría, vencerán en esa disputa contra sus fantasmas; lo hará la mayoría.

Pedalean desnudos con plena protección de patrullas y motociclistas. Uno trae tatuado en una nalga la bandera mexicana; otro el escudo: Hecho en México.

De todo ello darán cuenta este par de mujeres policías en su reporte. No dejan de oprimir el obturador, así sea el de sus cámaras celulares.

Desde los primeros pedalazos la gente se pasma cuando escucha gritar: “¡Usa bicicleta, no chingues al planeta!” y lo primero que ve es una masa de enloquecidos nudistas.

–¡Pinches payasos!... –se escucha el primer reclamo de la tarde.

* * *

“¡Bola de güevones, pónganse a trabajar!” grita una mujer. Tu-tu-tu-tu-tu... disparan claxonazos. Unos cuantos.

Por supuesto que enfada.

¿A quién se le ocurre desvestirse en plena vía pública?

Esto es un atentado contra las buenas costumbres.

–Esto es inconcebible –dice don Manuel Arregín–, primero la ley antitabaco y la ley contra las miradas lascivas; y ahora el pero episodio de exhibicionismo desde las fotografías de Spencer Tunick o las eternas marchas de los 400 pueblos de Oaxaca.

“Exijo que se respeten los derechos de los peatones que salimos por la mañana a cumplir nuestros deberes, no tenemos por qué ver este lamentable espectáculo.

“Que alguien legisle sobre esto: que las autoridades hagan algo pronto por todos los ciclistas, para que no tengamos que presenciar sus desnudos otra vez.

“Manifestaciones así deberían estar prohibidas”.

Pero no. Allá van, rumbo a avenida Juárez. El objetivo es llegar a la plancha del Zócalo. Causan sobresaltos en la población. Varias mamás tapan los ojos a sus pequeños cuando ven pasar a la masa desvestida gritando consignas.

En un Tsuru blanco, cruzando Insurgentes, una pareja se da cuenta del movimiento ciclista. Él no deja de ocultar sus celos y le pide a ella no voltear. Ella, sumisa, obedece.

Los ciclistas lo han visto.

–Déjale que mire... No la limites.

–¡Quie-re vol-tear!, ¡quie-re vol-tear!, ¡quie-re vol-tear!...

* * *

Se trata de reunir a cientos. Los más posibles. Para ello el internet ha sido herramienta eficaz. Convocan los Bicitekos, pero asisten el Movimiento Bicicletero de Cuernavaca, el Ciclopista de Frontera a Frontera, Puebla Ciclista, Biciellas, Biciraptors, Lunaticos, X sur, Cuerpos Desinhibidos, y visitantes que les acompañan.

La idea es exigir espacios y respeto para los ciclistas en una urbe donde circulan unos 4 millones de autos, pero en realidad cada quien tiene su causa: unos dicen que No a la privatización de Pemex; otros optan por convertir al paseo en un mensaje de cupido: “Amo a mi mujer”.

Al final serán casi 500 ciclistas, acaso la mitad completamente desnudos. Y se irán gritando, ante el azoro y el enojo:

“¡Salva al planeta, usa bicicleta!”

* * *

Sucede en las otras ciudades.

Al menos en un centenar. En México, es la tercera edición.

Y va mejorando en cuando a diseño: esta vez el recorrido se torna lento, el pelotón de ciclistas se aletarga y se descompone; no hay quien de continuidad a la marcha y en el afán de ser respetuosos el contingente se detiene en los semáforos en rojo a pesar de que los oficiales de la policía han bloqueado las calles para darles el paso.

Son ya unos minutos sobre la bicicleta. El aire penetra todos los rincones, sobre todo al levantarse encima de los pedales. La imagen de cuerpos desnudos se refleja en las grandes vitrinas de avenida Juárez.

Algunos admirados paseantes aplauden la inusual idea. Un par de ciclistas que por la mañana jamás se imaginó lo que pasaría ante sus ojos, no lo duda y, cuando descansaban en La Alameda, deciden despojarse de todas sus prendas y sumarse a la marcha.

Se suceden las palmadas, las felicitaciones, los silbidos coquetos...

De todo, les gritan a los audaces del pedal:

También pecadores.

* * *

Mientras en el ring que se instaló en la explanada del Zócalo, Edgar Sosa, campeón minimosca del Consejo Mundial de Boxeo, daba una exhibición, movía sus manos de un lado a otro; concretaba sus mejores jabs y lanzaba precisos uper-cuts de derecha, enloqueciendo a los amantes del boxeo que le observaban, algo en el ala norte de la plancha del Zócalo le interrumpió de súbito: más de un centenar de ciclistas, la mayoría desnudos, daba vueltas protestando por el calentamiento global, pedían dejar el automóvil y utilizar la bicicleta, y así, en cueros, asombraron a los invitados a la función de boxeo: los ex campeones mundiales de peso gallo Raúl Ratón Macías y Carlos Zárate, así como José Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo.

“Válgame Dios”, diría, con cierta pena en el rostro, don José, ante ese golpe de nocaut emocional: no todos los días se ve gente desnuda en el ombligo de la nación.

* * *

Lo siguiente, sucede después de que el grupo arribó al Zócalo, y mientras una buena parte de los asistentes a la plaza se tapa los ojos y es escucha al pasar por Catedral: ¡“Nor-ber-to Ri-ve-ra, el-pue-blo-se-te-en-cue-ra!”

–¿Por qué se quitan la ropa? ¡Se van a condenar!– grita una mujer a los blasfemos, irreverentes, sacrílegos, irrespetuosos, obscenos y ateos ciclistas–. Reconsideren. Dios los ama. Abraham los ama. Issac los ama...

–¡Pero ellos no son mi tipo!, ¡arriba el diablo!”, le rebate un ciclista.

–¡Se van a condenar! –repite una y otra vez a las afueras de Catedral mientras más de 200 hombres y mujeres desnudos, se han tomado la foto en el asta bandera, han posado frente a Palacio; compran algún producto en la calle de 20 de noviembre.

Ulises, el güero del comité organizador, se atreve: ¿me venderán algo en el Oxxo si entro desnudo?

Y allá va, entre la gente, por un par de bebidas refrescantes.

Una joven dependiente de la tienda de autoservicio sale por la misma puerta que Ulises cruzó desnudo.

Trae un espanto reflejado en la mirada y el Ave María en los labios.

Sin pecado concebida.

* * *

Cavila Ulises Velázquez:

Pinches nubecitas... hicieron que me confiara y no me puse filtro, y pues sigo con los hombros ardidos. Y eso que no soy güerito. Igual me imagino que Georgina quedó con unas víboras bien padres más claritas enrolladas por todo el cuerpo, y la chava a la que le pintamos corazoncitos también los debe seguir trayendo porque la pintura sí bloquea el sol.

Prosigo con una bendición a las nubecitas, porque si hubiera estado despejado ¡qué calor!

El año pasado empezó a llover cuando estábamos por avenida Hidalgo y llegamos a La Cibeles bastante refrescaditos, pero ahora lo único que se nos refrescó fue la mamá por parte de algunos automovilistas.

¿Qué se siente desnudarse en la vía pública?

Atrás quedó mi preocupación por la desnudez y lo ultrajante de la naturalidad. Mágicamente hubo un salto del temor al escarnio y el más autentico pudor, a la diversión, al goce de rodar teniendo como fondo todos esos parajes de la ciudad con el sol y el viento sobre tu cuerpo, tomando conciencia también de que se estaba haciendo algo positivo.

¿Por qué me desnudo?

Porque así satisfago la necesidad que tengo de gritarle al mundo que las cosas no andan bien, que nos merecemos respeto, que debemos buscar energías alternativas lejanas al petróleo y que el cuerpo humano es tan natural que aquí estoy, completamente desnudo, en Paseo de la Reforma.

Es una locura. Pero también un ejercicio de libertad no solo para hacer un reclamo necesario, sino para unirse de forma solidaria y reivindicar el papel de los ciclistas en una ciudad diseñada para vehículos a gasolina.

* * *

Georgina Guevara no tuvo pena. Se desnudó tal como lo hicieron unas veinte mujeres: topless.

A ella el recorrido de este sábado le aniquiló.

“Me siento como si hubiera rodado cien kilómetros”, comenta.

Será por los nervios, pues cuando iniciaba el recorrido las miradas de la gente eran de escrutinio. Tal vez por la tensión de saberse frágil y vulnerable, más que nunca, entre el tráfico citadino.

“O quizás por los nervios o por mantenerme quieta mientras Maic pintaba mi cuerpo”.

–¿Qué sentiste al desnudarte en la calle?

–Wow. Primero noté que había mucha gente y que se estaban pintando. Otros ya estaban listos para salir, así que decidí que me pintaran también, detrás de unas mantas. Pero en cuanto salí de ahí, todo mundo empezó a sacar fotos... y ¡yo estaba nerviosa, apenada, emocionada!... lista para salir a las calles a manifestarme... así que tomé mi bike, gritamos y gritamos: “Puebla consciente también esta presente”, “Coches no, bici si”, “Salva al planeta, usa bicicleta” y cosas así... Y la verdad me la pasé feliz. La gente del paseo se comportó muy bien; no sentí miradas lascivas y realmente me lo hicieron muy cómodo seguro estaré de regreso el próximo año.

Georgina hace un balance:

–Me parece que hemos logrado el objetivo de la marcha, pero aún nos falta mucho por hacer para que la gente se nos sume. Pero ahí la llevamos.

* * *

El recorrido terminará en la Plaza Cibeles, en la colonia Roma. Y los cuerpos policíacos seguirán tomando gráficas de los cuerpos al desnudo. Para el reporte...

Aquí, gran parte de los integrantes subirá a la fuente y tomará por asalto a los leones de piedra. “Desnudos, nos vemos el próximo año”, invitan.

Y ya, entre el alborozo finaliza esta tarde despojada de pudor.

Sin ropas en bicicleta. Mmm. Queda la íntima satisfacción de haber hecho algo prohibido; el haberse despojado de la ropa también aniquila a ciertos fantasmas angustiantes que rondan las pesadillas.

–La verdad la verdad –comenta Paul— es que la gente se lo pierde. Yo vine aquí para saber qué se siente andar sin ropa en las calles de México, mi ciudad hoy más que nunca, ¡y es increíble!

En una marcha ciclista en la que todos debían pedalear completamente desnudos, algunos lo hicieron con poca ropa. Tuvieron sus razones. Estas:

¿Y tú, por qué no?

* Es que no quiero que me vaya a ver gente que me conozca y menos si son compañeros de trabajo.

* E que hace frío y no quiero enfermarme.

* Es que no me atrevo a desnudarme en público, porque soy muy penoso.

Para el próximo año, únase, no los pierda de vista.

Si le apena quitarse la ropa, haga lo que este joven, menor de 20 años, desnúdese, pero cubra su rostro, por si acaso, con una máscara de luchador, la de El Santo suele ser fascinante.

Y así, ni quien lo reconozca.



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