Hummer: la reina de los excesos





Por Pedro Díaz G.
pedrodiazg@m-x.com.mx

Aquí voy, trepado en ella. Alejandro, el vendedor, me dice que es un búfalo, pero más bien parece un mamut de tres toneladas y media que consume más de 18 litros de gasolina por cada 100 kilómetros. Es naranja y como son casi las seis de la tarde, el crepúsculo le impone un brillo irrecuperable.
Desde que Alejandro sacó a la bestia de la agencia, he venido escuchando su perorata didáctica: tiene un motor de 8 cilindros, 6.2 litros, con 393 caballos de fuerza; su velocidad máxima es de 180 kilómetros por hora; aceleración de cero a 100 kilómetros en 10.2 segundos...
Trata de convencerme. Cree que tengo 790 mil pesos que desembolsaría sin remordimiento alguno. Quisiera decirle que mi intención no es comprarla, que lo que busco desde que me paré frente a ella en avenida Revolución es manejarla. Necesito saber por qué esta camionetona es la reina de los excesos.
Necesito sentir una Hummer.
Quiero ver si tiene razón José Carlos García, un arquitecto de 27 años al que conocí en un autolavado. Bajó temerariamente de su Hummer amarilla como un huevo y me dijo:
“La agresividad y poder son asombrosos. Al volante la sensación es de lentitud, pero ves al mundo debajo de ti. Eso es literal. Estás a un nivel más alto del piso. Eres un chingón. Quien tiene una Hummer compra en los escaparates de Mazarik, tiene un piso entero en la Condesa, las Lomas o en Polanco, va al gimnasio y devora a la ciudad. ¿Es una camioneta relacionada con los narcos o delincuentes pesados? Sí, en dos o tres semáforos te detienen para una revisión. Pero eso es parte de la leyenda. En una Hummer se sube Dios o se sube el Diablo”.
Alejandro: las llaves, por favor.


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La capacidad de su cajuela es envidiable: al menos caben 29 paquetes de cocaína, ocho radios de comunicación, 12 granadas, 19 armas largas, 22 cortas, 62 cargadores de diversos calibres y 500 cajas de cartuchos...
Eso traía la Hummer que unos sicarios abandonaron en el kilómetro 287 de la carretera Ciudad Victoria-Matamoros. Fue el viernes 8 de febrero de este año, cuando la violencia comenzaba a clarear en el país: los integrantes de la Policía Federal Preventiva viajaban en una camioneta Ram Charger y perseguían a una Land Rover y a la Hummer. Fueron 30 kilómetros endemoniados. La policía sólo detuvo a los tripulantes de la Rover, dos muchachos que no pasaban de los 20 años.
La Hummer se perdió en la polvareda. Más tarde aparecería abandonada como si los 600 mil pesos que cuesta se recuperaran en un sólo traslado de cargamento. Ahí se supo de su capacidad de cajuela.
Es ideal para el trabajo duro.

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Cómo fui a olvidar la cámara para filmar mi soberbia al volante cuando el vendedor me la entrega frente a la puerta Uno de Ciudad Universitaria, al sur del DF.
¿Esto sentía Vicente Fox cuando recorría su rancho en esa Hummer que el ejército le dio en comodato? Aquella que nos presumió a los mexicanos. Una cosa es clara: el ex presidente también tiene cierta debilidad por esta caja fuerte, por este sofisticado juguete.
Allá él. Yo voy rebasando sin problemas. El mastodóntico aspecto de la camioneta espanta hasta al más acabado cafre. Acelero. Imponente.
Si tuviera entre 35 mil y 75 mil dólares, no los podría derrochar en una H1, diseñada originalmente para el ejército, porque en México sólo la adquiere la Secretaría de la Defensa Nacional.
Pero sí podría adquirir una H2, la primera versión ciudadana. Longitud: 5.45 metros y dos metros de alto, para algunos exagerada, para otros llamativa. Parece una locomotora.
O una H3, versión reducida pero con todas las características de la original, y desde 2006 el SUV (Sport Utility Vehicle, vehículo de utilidad deportiva) favorito, sobre todo de las mujeres.
Voy en el lujo encarnado: enciendo el equipo de sonido marca Bosé y encuentro la inclinación ideal de los asientos de piel; me pavoneo desde la ventanilla a dos metros de altura. Qué buen gusto y qué detalle en los cromos de la consola ¿La hora? Me la obsequia un reloj Bulgari...
Viajo en el confort total: las vestiduras son color beige, el volante es de piel, deportivo; el cinturón de seguridad no me atrapa, me consiente.

Es el poderío: apenas acelero y ruge, se escucha su fiereza. Todo está al alcance de la mano: una transmisión automática de seis velocidades, que sirve también para carga pesada; dos tipos de tracción controladas electrónicamente. Uno detecta neumáticos derrapantes y aplica frenado a cada uno de ellos de manera individual, con el otro le da mayor deslizamiento a las ruedas cuando se transita por superficies como arena o nieve...
No me quiero bajar.

* * *

Un suceso en Mexicali podría alimentar la leyenda oscura de las Hummer.
Fue el sábado 19 de enero pasado. La policía municipal encontró calcinada una de estas trocas. La abandonaron. Su osamenta dorándose al sol. El fuego quemó toda prueba de quien la conducía, pero no una certeza: es la misma que arrolló y mató a Luis Aguilar, un agente de la Border Patrol estadounidense.
Junto con una Ford, huía de las autoridades estadounidenses por las dunas del Valle Imperial. Y Luis Aguilar, oficial del sector Yuma, fue atropellado cerca de Gray Well Road, al sur de la autopista Interestatal 8, cuando colocaba cintas a lo largo del camino en un intento de detener a los mastodontes motorizados.
Aceleró la Hummer y le pasó encima.
En ella, se sabría después, viajaban traficantes de personas. Cuatro días después las autoridades mexicanas arrestaron a Jesús Navarro Montes en Ciudad Obregón. Es un coyote, con una orden de arresto pendiente en Mexicali, y el tipo fue acusado de matar al agente.

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Es naranja. ¿Ya lo había dicho? Lo lamento, pero esta Hummer me tiene embrujado. Ahora entiendo por qué Arnold Schwarzenegger tiene ocho. De todos los colores. Y para que los ecologistas no lo siguieran “fastidiando” tomó la decisión de colocarles motores que funcionan con hidrógeno. Lo que es el poder. Schwarzenegger no sólo fue el primero en llevar las Hummer a las pantallas de cine sino que también fue pionero hollywoodense en serpentear las calles de Santa Monica y Beverly Hills con estos animales mecanizados.
Ya experimentaré yo, cuando flotemos en los lagos de Araro, Michoacán, un espasmo interminable: la Hummer llenándose de fango cuando entra al lago a 90 kilómetros por hora, con el acelerador a tres cuartos, los limpiaparabrisas sacudiendo el lodo y, ante el más ligero volantazo, sus tres toneladas y media se convierten, sobre el agua, en un cisne de más de medio millón de pesos...
Sabré por qué intimida ver por el espejo retrovisor que atrás nuestro avanza una musculosa Hummer.
¿Saben por qué? Porque es un acorazado. Porque puede subir y bajar banquetas, camellones, vados, como si nada. Por que cada día las calles amanecen más llenas de estos vehículos manejados por una nueva clase social, por narcotraficantes, políticos, artistas o deportistas.
Porque con asientos tan grandes como el sofá de tu casa, te hace sentir como un habitante del Primer Mundo y no como un sencillísimo conductor.
Qué emoción.
Pero como todavía eso no sucede, aquí voy, sobre Insurgentes Sur. Siento la ligereza de su dirección hidráulica integral en un breve zigzag; sirve para eludir hasta el obstáculo más peligroso. Tiene suspensión delantera independiente con barras de torsión, la trasera poseé gigantes resortes.
Es un sinónimo de libertad; sus nuevos rines de aluminio de 17 pulgadas le dan un aire deportivo y sus defensas plateadas delanteras y traseras son tan resistentes como el personaje de La Mole; destaca su aspecto robusto y atrevido.
A bordo de una Hummer el mundo es otro.

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Los diarios ilustran los avatares de quien posee una Hummer: la primera aventura de vértigo debe ser desembolsar los dólares. Pero hay más...
La H2 es la más grande de la familia: más de cinco metros de longitud, pero sale de la agencia sin blindaje. Así que al recibir los primeros disparos en el costado izquierdo, no hay sino que intentar la huída a bordo de la tanqueta. Pero hay que controlarla...
Ocurre en Ciudad Juárez; Chihuahua, cuando apenas despierta marzo.
A esta Hummer de poco le sirve la tracción en las cuatro ruedas. Nada puede hacer la caja automática de seis cambios: no es de manejo refinado. Pero el cofre rodante permite a sus tripulantes, con el semblante entintado de muerte, realizar un último intento por huir.
La persecución inicia a la altura de Sanborns en la avenida Triunfo de la República. Cuadras adelante la impericia con los casi 400 caballos de fuerza desbocados en la estrechez de las calles lleva a su conductor a incrustarse en una vivienda en el cruce de López Mateos y Melquíades Alanís. La camioneta arranca la ventana y destruye los muebles de la sala. La Hummer, una fortuna de 68 mil 438 dólares, queda bajo el resguardo de la luna.
Sus tripulantes son levantados. Es decir: secuestrados, torturados y ejecutados.

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Ahora sí, está sucediendo: estoy en un Hummer Happening. Lo organiza la concesionaria. El objetivo: probar un poco de la gloria de domar a un dinosaurio rodante, pavonearse arriba de los mastodontes, demostrar el poder que otorgan los 4x4.
Aquí está Juan Bosco Martínez, un joven y experimentado conductor que logró una marca, en febrero de 2007, en la prueba de ascenso de un sólo intento al Pico de Orizaba: subió una H2 a 4 mil 670 metros sobre el nivel del mar.
Su empresa, Bosco´s camp 4X4, es la encargada de la estrategia y logística de los Hummer Happening, una excursión a campo traviesa para sentir el placer de juguetear con estos aparatos
Para Juan, el de las Hummer “es un fenómeno muy especial. Es un vehículo que puedes utilizar en la tarde, lo llenas de tierra, y después le das un baño y lo puedes llevar a cualquier cena, a cualquier alfombra roja. Eso no te lo da, por ejemplo, un jeep”.
Y revela uno de los secretos financieros:
“...El modelo que más se ha vendido en México es el pick up, por el pago de tenencia. Por la H2 SUV pagas más de 30 mil pesos al año; y el impuesto para el H2, pero SUT, por ser de transporte, no supera los dos mil pesos. Y si lo ves por el aspecto físico, es más sport y le gusta más a la gente...”
Veamos los precios en México de las Hummer 2008: la más económica, la H3 Luxury: 37 mil 290 dólares; la más costosa, la H2 SUV Luxury: 75 mil 090 dólares (con un año de seguro gratis).
–Una camioneta Hummer, es un capricho muy costoso, ¿o no?
–Depende de cómo lo veas –responde Bosco–. ¡Es más barata que un Ferrari!

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El sábado 26 de abril de este 2008 una caravana de 10 Hummers salió de Morelia hacia el municipio de Araro, en Michoacán: 65 kilómetros. Todos, de acuerdo con las órdenes de Juan Bosco, debían bajar la presión del aire de neumáticos, de 35 a 20 libras, para poder penetrar sin dificultades los sinuosos caminos que nos llevarían sin problemas a la cima del cerro.
Para asistir a este happening han puesto a este reportero dos limitaciones: no publicar fotografías de los dueños ni, por supuesto, sus nombres. Es parte de la confidencialidad con la que se maneja este selecto círculo.
De acuerdo. Así podré contar que viajaré en el vehículo líder; que estaré a bordo de las camionetas unas ocho horas; que terminaré con dolor de cuello y con los pantalones y los zapatos llenos de lodo; que me subiré a la Hummer y cruzaré el lago un par de veces; que las camionetonas sortearán pequeños pantanos; que por momentos me poseerá el demonio, y que la sonrisa de poseer uno de estos vehículos y llevarlo al límite, es la cereza de la tarde.
Conoceré también que las Hummer son vehículos que adquieren, cada vez en mayor número, las mujeres mexicanas.
Confía Alejandro Arnáiz, de la concesionaria en Morelia:
–Precisamente con la salida en 2007 de la H3 se trató de llegar al mercado femenino. Además, la Hummer fue etiquetada en un tiempo como el narcoauto, lo que hizo que bajaran un poco las ventas. Tuvimos que idear cómo reposicionar al producto y una de las ideas fue la creación de los happenings: es aquí donde, con la ayuda de Bosco´s Camp, les mostramos a nuestros clientes hasta qué extremo pueden llevar a sus vehículos. Y terminan felices...
Y cómo no, si las rutas suelen ser fascinantes. En esta ocasión, para comenzar, Juan Bosco lleva a los participantes a que coloquen su camioneta sobre un montículo de arena y cuando, paso a pasito, bajo sus órdenes, los dueños alcanzan los 45 grados de inclinación, la familia estará lista para sacar la foto.


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“Las rutas siempre son nuevas –comenta Juan Bosco– y se hacen pensando en la seguridad del participante, pues otros clubes han metido los vehículos a un río en septiembre, cuando sube la creciente, y se han perdido jeeps. La gente se espanta, las esposas se ponen nerviosas y después de una mala experiencia así, no vuelven.
“Por eso hay que tener identificados la fecha, el clima, el terreno. Todo eso es muy importante. Por eso se explora previamente cada ruta. Y a cada una se le buscan los caminos más seguros”.
–¿Cuáles son la salidas que prefiere la familia Hummer?
–Las que le gustan más a la organización y a los participantes son: Real de Catorce, caminos de mina muy viejos, con voladeros de tres mil metros. Ahí vas, subiendo lentamente, y vas escuchando el crujir de las piedras a tu paso. Todo el día es avanzar muy despacio, como un tanque.
O las dunas, en Veracruz: 60 kilómetros con elevaciones de hasta 60 metros de altura. Se requiere de mucha técnica. Son rutas profesionales, un terreno nada sencillo, pero con una pequeña inducción de técnica, los participantes van tomando el modo y van conociendo el trazado y el vehículo. Todas son hermosas, pero esas tienen un detalle especial.
Están, además, Las Barrancas del Cobre. O Durango. O Baja California, en donde cruzamos los vehículos en el Ferry de Mazatlán y hacemos La Paz-Los Cabos, por brecha, en caminos de la Baja 1000. El escenario es precioso porque son cactus sobre arena muy blanca. Son sitios a los que sólo Hummer te puede llevar.
Igual vamos al Volcán Paricutín, que a Amacuzac, aquí en Morelos, muy cerca. Villa del Carbón.
–¿Cuál te gusta más?
–Guadalajara es muy bonito. Allí en la Sierra del Tigre en Ciudad Guzmán, y lo que es la Laguna de Sayula, hay mucho lodo. Todo el día hay lodo. Son dos días en que amanece lloviendo y termina lloviendo. Es puro lodo tipo mantequilla, muy especial. Las Hummer entran derrapando con las cuatro ruedas y luego se oscurece todo dentro, increíble. Es muy divertido, la sensación es muy agradable.
Acapulco, para los del Distrito Federal, es como un edén, y todo mundo corre para allá. Cruzamos el Río Papagayo –que trae un afluente muy interesante– casi en la zona de Barra Vieja, y es casi un metro con 20 centímetros de profundidad, con cierta corriente. Y a veces flota la camioneta. Empiezas aquí y acabas acá. Flota. Y sale... ¡cómo no!


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Aquí estoy, ahora ante este pequeño lago de Araro. Llevaré la Hummer a tope en dos ocasiones. Antes, me detengo a observar: la puerta trasera es de una sola pieza, tiene desempañador eléctrico y limpiador de dos velocidades; los espejos retrovisores son eléctricos, plegables, con cristales que también se ajustan eléctricamente, antiempañantes, electrocromáticos (sensibles a la luz) y con memoria.
Al interior, los asientos en piel, las consolas centrales y vestiduras con refinamiento en cada detalle. Tiene un panel de instrumentos con acabados en aluminio y, en la parte trasera, controles para aire acondicionado posterior.
Pantalla a color Panasonic LCD de 8”, montada en el techo con entrada para DVD, sistema de sonido Bosé de 10 bocinas; bolsas de aire; sistema de monitoreo de presión de llantas, sistema StabiliTrak para estabilización automática, y pantalla de visión trasera; frenos ABS con calibración especial off road, acceso sin llave y encendido remoto.
Nada la detiene. Es capaz de dejar el asfalto y cortar camino sobre cualquier superficie irregular gracias a la suspensión de aire autonivelable independiente, que mantiene al interior todo en su lugar.
Por su altura con respecto al piso, de 25 centímetros, es capaz de vadear hasta medio metro de agua, y tiene una capacidad de arrastre de tres mil 182 kilogramos.
¿Favorito?
El H2, el más atractivo y vistoso del mercado. Por su nivel de equipamiento. Por la amplitud del espacio interior. Por su color naranja, al atardecer. Y porque me empecino: no me quiero bajar.
A unos segundos de que la meta al lodo, me lo dice Enrique, del equipo de Bosco´s:
“Cuando sientas el agua no sueltes el acelerador, disfruta; volantea para comprobar que tú tienes el control. Sin miedo. Ah, y no te preocupes: la pintura tiene una protección especial contra la corrosión”.
Qué pronto me comienza a poseer. Me va transformando. Espanto a un par de caballos que se cruzan en mi camino, dejo atrás otra pequeña laguna y siento que pierdo la Hummer en un pantano; sale gracias a su monstruosa fuerza. Grito. ¡Wow!... Ríe Piedrique, del staff, cuando le pido permiso para volver a hacerlo. Anda, una vuelta más...
Y allá voy, con los sentidos exacerbados; el corazón latiendo aprisa. Quiero tomar más vuelo, deseo entrar más rápido al lago. Los volantazos harán que, por unos segundos, esta Hummer, negra por el lodo, sea lo más parecido a un yate desbocado. Otra certeza: se me está metiendo el diablo.

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Los gritos de los niños son idénticos a los que emitirían en la montaña rusa. Pero están en el Hummer Happening Morelia.
–¡Písale! ¡Con fuerza! –incitan a Alejandro Arnáiz, quien juega a también ser niño y mete la camioneta a los surcos de un ejido abandonado. Las sacudidas son terribles. Pero lo mismo cruza canales, entra y sale de pantanos; surca vados y sube montañas.
La Hummer es sin duda uno de los vehículos más rudos, agresivos e imponentes en el mercado. Todo hombre y por supuesto, muchas mujeres, han soñado alguna vez con tener a la corpulenta del asfalto, cuyas entrañas son lujosas y confortables.
–Yo me voy a comprar una color rosa, como la de Fergie, la cantante –revela Marifer con una amplia sonrisa, quien desde que se subió a esta camioneta piensa que no hay vehículo más seguro.
–¿No te da miedo de que, por ejemplo, te secuestren?
–Nooo. Arriba de una tienes muchas más posibilidades de salir de un ataque así. Hay que manejarla sin miedo. Mi mamá dice que es de raperos y reggaetoneros, pero a mí me encanta...
La moda nos impone cosas que la mente racional, en su sano uso, desecharía. La gente la compra, pero la mayoría nunca se mete al lodo, o intenta cruzar el monte, y ya no digamos a una zona de combate. Es uno de los vehículos más llamativos que se han fabricado. No hay una sola persona que no voltee a verlo con asombro, por su exterior, por sus colores o por sus imponentes dimensiones.

Prueba siguiente, para el asombro de sus propietarios: flexión de suspensión trasera.
Traducción: meterán su Hummer a una profunda hondonada hasta el punto de que la llanta derecha trasera se eleve más de un metro y medio. Riesgo: elevado.
Satisfacción: garantizada.
¿Sabrán que su origen se encuentra en la necesidad militar de contar con un vehículo capaz de ir a cualquier lugar y hacer casi cualquier cosa?
¿Sabrán que su nombre deriva de High Mobility Multipurpose Wheeled Vehicle, es decir, vehículo de ruedas multipropósito de alta movilidad?
¿Sabrán que en 1991 se consagró en la Tormenta del Desierto, como George W. Bush llamó al ataque contra Irak?
–El próximo happening es en Guanajuato. ¡Inscríbanse! –invita Juan Bosco.
Cuatro de diez levantan la mano.

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De vuelta a la Hummer naranja, unos días antes de ir al happening. Alejandro dice que todo el mundo las ama. No es cierto.
He leído que también se les odia.
Por ejemplo, para el periodista Dan Neil –ganador del premio Pulitzer por sus ácidas críticas de autos en Los Angeles Times– el H2 es uno de los peores autos de la historia, no por su desempeño sino porque considera un despropósito haber lanzado este vehículo en una época en la que se avecina la escasez de petróleo, y justo dos años después de los atentados del 11 de septiembre, cuya connotación también está relacionada con la guerra por este recurso no renovable. Por eso no dudó en catalogarlo como un “rencoroso reaccionario”.
En el reporte 2007 Initial Quality Study de la agencia de estudios de mercadeo automotriz, J.D. Power y Asociados, una lista que reconoce a los mejores automóviles en materia de calidad, la Hummer aparece como una de las que más quejas reciben por parte de sus consumidores.
Los peores números según la encuesta hecha a 97 mil conductores de coches y camionetas son para: Land Rover, ex filial de Ford (un total de 170 problemas reportados por cada 100 unidades), seguida de Mazda (163 para cada 100 unidades) y Hummer (162 por cada 100), Jeep (161 por cada 100) y Volkswagen (160 por cada 100).
Pero otra verdad es lo que dice José Carlos, el dueño de la Hummer color huevo:
“Es un magnifico invento de la tecnología moderna. Con solo verla te tiemblan las piernas. Imagínate subirte, y todavía mejor... manejarla. La experiencia es única, te sientes una estrella de Hollywood o una chava muy buena, todo mundo te voltea a ver, hasta los güeyes. Ya te imaginarás el pegue que te cargas, bueno, tú no eres el del pegue, y en ti no se fijan, sino en tu Hummer, pero sirve de gran ayuda al momento de ligar. Ahora, que si la Hummer hablara, primero te abandona”.
–Hay que ser imbécil para comprarse un auto que sólo sirve para quemar combustible al ritmo de un avión –dice Alberto Pérez Ramos, experto en mercadotecnia y simpatizante de Greenpeace.
“Con el cambio climático sobre nosotros, tanto la gente como los fabricantes de automóviles deberían tomar conciencia sobre el medio ambiente. Traer una Hummer es una irresponsabilidad”.
Ya han surgido lo mismo movimientos en contra. Cuenta Alejandro Arnáiz que en California a un individuo se le ocurrió, en su muy personal combate anticontaminación, quemar 40 Hummers de una distribuidora.
En algunas partes del país se organizan rondines entre adolescentes con la consigna de ponchar las llantas de las Hummer o romperles los cristales. O ambas. Y todo: “Por el medio ambiente”.


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Se escucha en la radio policial, en Culiacán. Es la noche del lunes 29 de julio:
--Hay un ejecutado La Primavera, al sur de la ciudad.
Los elementos de la policía estatal, detallan el hallazgo: presenta disparos, y cerca del cadáver hay casquillos calibre .9 milímetros.
De inmediato diferentes corporaciones policíacas se trasladan al camino de terracería que conduce al dique La Primavera, y a espaldas del sector residencial, encuentran, efectivamente, el cuerpo sin vida de un hombre.
No saben que, agazapados, les espera un grupo de sicarios.
Ya en la brecha, levantan el informe: el occiso viste playera gris, pantalón negro y tenis tipo Converse; es moreno claro, robusto, y de 1.60 de estatura, aproximadamente...
Cuando de pronto: bang. Uno, dos, tres bangs.
Les disparan.
Escondida en el camino, una Hummer blanca con varios individuos a bordo, al ver las patrullas, no lo dudan: aprietan el gatillo de sus armas; rafaguean a los policías. Y aceleran.
Nadie más muere. Comienza entonces, por un lado, la huida; por otro, la persecución.
Por ambos, los disparos no cesan.
Pero esta vez la Hummer en la que, en teoría desaparecerían los delincuentes, termina volcada. Porque rápidamente acuden todos los uniformados de Sinaloa: soldados, policías federales y corporaciones locales.
Y reportan que fueron los sicarios quienes iniciaron las ráfagas. Que se internaron en un fuego cruzado, que los gatilleros huyeron por diferentes rutas, por lo que los agentes comenzaron a seguirlos; que durante la persecución, el conductor de la Hummer giró hacia una zona de matorrales, que eso le llevó a perder el sentido de la ubicación; que el vehículo blanco, la enorme Hummer, golpeó contra un árbol; que se volcó.
Pero también reportan el colmo: que, aún así, los sicarios que la tripulaban, huyen a pie.


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Las cifras de la General Motors dicen que hay casi cinco mil de estas camionetas circulando en México. Se refieren a las vendidas en el país; habrá que aumentar las que legal o ilegalmente entran por las diferentes fronteras.
Llegaron a México el primero de agosto de 2004. Comercializadas con el modelo H2, únicamente se vendieron 160 unidades, con seis distribuidores: ciudad de México, Guadalajara, Tijuana, Puebla, Chihuahua y Culiacán.
Para el 2005 aumentaron a 18 los distribuidores y las ventas a mil 47 unidades; en el último trimestre de ese año fue lanzada la H3, lo que quiere decir que la H2 fue la que sostuvo la mayor parte de las ventas.
Ya en 2006 se comercializaron los dos modelos, y eso se vio reflejado en los resultados: más de 2 mil 400 unidades vendidas, con una demanda importante de H3 y un destacado crecimiento de distribuidores.
Y en 2007 se vendieron más de mil 800 unidades, con más de 22 distribuidores.
Para uno de ellos trabaja Alejandro. E insiste en venderme la Hummer naranja. ¿Le confieso que sólo necesitaba descargar esa adrenalina que han de experimentar los familiares del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, cuando manejan una? No, demasiado tarde. Tan tarde como el llamado de Chávez a detener en su país esa “Revolución de las Hummers”.
Trece de cada 100 vehículos comunitarios que se venden en México son Hummer. La marca aspira a que sean 18 por cada 100.
Es un gladiador del asfalto, con el porte de monarca.

Y muchos le rinden culto. Cada día nacen en internet sitios dedicados a recopilar todas las excentricidades que se le pueden realizar, como bañarla de oro, colocarle piscina, alargarla a tamaño limousine, levantarla a tres metros del suelo, propulsarla con hidrógeno; o pintarla de rosa.
La mayoría de los compradores son hombres con formación universitaria, ingresos superiores a los 100 mil pesos mensuales y un parque automovilístico que incluye al menos otros dos automóviles de clase cinco estrellas.

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En las calles de Santiago Papasquiaro, es seguro, el diablo viaja en Hummer desde 2007.
La leyenda dice que una Hummer azota a este pueblo duranguense: cada vez que merodea por las calles son levantados algunos pobladores.
Todo es por una cacería de puchadores, de vendedores de cristal. Los distribuidores quieren de nuevo a la cocaína como la droga que pulverice las fosas nasales de la región. Y para eso, hay que eliminar a los necios.
De octubre a la fecha al menos tres personas han sido trepadas a la Hummer, al baúl de la muerte.
De ahí que cuando por las noches ronronea el motor V8 no se duerme en Papasquiaro. Rafael Luna se durmió y ese fue su error. El pasado 10 de febrero amaneció tapado con una cobija; los de la Hummer lo levantaron, le pegaron múltiples disparos y se desangró durante toda la noche. Tenía 46 años, y era vecino de Tepehuanes, empresario y presunto colaborador de la PGR; le hicieron cavar su propia tumba.
Otro de los levantados fue Melesio Ceballos Duéñez, de 45 años, propietario de un bar, ganadero. Y uno más: a Francisco Ramírez, “el Negro”, simplemente lo semienterraron en un paraje solitario.
Oscurece y todos se meten a sus casas en Santiago Papasquiaro. Un ronroneo de 400 caballos de potencia se mete por las ventanas y estremece hasta a las peores pesadillas.

* * *

Ahora te toca a ti.
Sube. Te espera una cabina que combina la piel de los acabados con perfectos trazos en metal que decoran el equipo Bosé y enmarcan una serie de botones que lo mismo accionan el remolque con capacidad de 3 y media toneladas que la tracción en cada una de sus ruedas.
Es automática. Una pequeña pantalla de video aparece al lado derecho del espejo si metes reversa. Pequeño rugido al motor, apenas para apreciar el sonido de sus 8 cilindros. Nada que ver con los 125 caballos de tu Neón; a este tanque urbano lo mueven casi 400 caballos de fuerza.
Es el auto emblemático del hombre moderno. Quien lo compra es porque quiere llamar la atención, revela Alejandro, el vendedor. En su nombre se rinde culto. Todas las voces lo mencionan, para bien o para mal.
Es toda una inversión: 25 mil pesos de seguro anual; más de 30 mil de tenencia. Y la gasolina... No en vano a las empresas, muchas veces, les conviene más rentar uno de estos vehículos aunque paguen cantidades superiores a los 150 mil pesos mensuales.
Ahí estás –la piel de los asientos es calefactible–, escuchando a U2, metiendo drive, acelerando. Surca con una suavidad pasmosa el circuito del estadio; es silenciosa. No te detengas a pensar en el gasto de combustible y pisa fuerte pues no cede ante ninguna curva.
No cruza los topes, los deja atrás. Y sí, estar al volante de una Hummer te da importancia. El vendedor acepta que son un lujo sólo apto para artistas, políticos, empresarios y narcos.
Tomas Insurgentes hacia periférico y regresas en el trébol. No hay necesidad de ir a fondo, su desplazamiento es tal que nadie te alcanza.
– Además, todos te voltean a ver. Todos.
Y sí, algunos están distraídos, otros las odiarán, pero durante 20 minutos te voltearán a ver, con curiosidad por descubrir tu rostro, al menos 15 personas.
–¿Cuánto por este modelo?
–Es una H2 2008: 790 mil pesos. Y tengo una ganga, deberías de aprovechar. Es una azul delfín del 2007; te la dejo en 670 mil. ¡Un regalo! Piénsalo, no te vas a arrepentir...
Tomas los lavaderos de Ciudad Universitaria para volver hacia Revolución; no has incomodado a nadie con el tamaño. Salvo la señora del Civic azul que invadió tu carril sin proponérselo – “qué osada” dirá Alejandro–, nada perturba tu prueba de manejo.
De vuelta hacia la agencia volteas a verte en las grandes vitrinas y sí, estás a bordo de una Hummer, sientes su confort, su lujo, aún discutible para un auto de categoría premier, con la leyenda de sus ruedas de 22 pulgadas y una nutrida historia de aventuras en Irak.
Te subiste a una. Pudiste rebasar a un par de enanos cuya marca ni recuerdas; era naranja, casi daban las seis de la tarde cuando el vendedor finalmente, tras el papeleo de rigor, te entregó las llaves.
Es un monstruo del camino, es fascinante. Su manejo es similar al de un vehículo cualquiera, lejos quedaron los burdos y rudos acabados de su antecesor, el H1, y no te queda duda de que la marca en 2008 sólo simboliza glamour.
Cuán poderoso te puedes sentir sólo por estar trepado en una Hummer.
–No es la gran cosa –dirá quien esté acostumbrado a conducir vehículos todo terreno de gran lujo.
Quizá sea cierto. Pero verte conduciendo una, sentir la velocidad del viento meterse por la pequeña ventanilla lateral, cruzar los pantanos o colocarla a 45 grados de inclinación sobre enormes rocas, en fin, saberte a cargo de un Vehículo de Ruedas Polivalente de Alta Movilidad creado para el exterminio, es algo que te deja una amplia satisfacción.
No dormirás pensando en que a una Hummer se sube Dios y se sube el diablo.
La que me volvió un demonio fue color naranja. Olvidé mi cámara y pronto se acabó el crepúsculo.

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