…Y los dioses bajaron a la tierra





El Tajín es historia y es futuro. Prehispanidad, leyendas y música hasta altas horas de la noche. La Cumbre Tajín 2007 reunió una vez a más a miles de turistas, quienes, para recibir al equinoccio, se llenaron además de aromas, espíritus, humos purificadres y una permanente fascinación por las raíces y la mexicanidad. Celebremos la vida y la muerte. El pasmo y la extrañeza. La indisoluble unión de los contrarios y el amor por nosotros mismos

Pedro Díaz G. / Enviado

eme-equis/Dossier especial publicitario
Gobierno de Veracruz

El Tajín, Papantla.--
Es 16 de marzo. La visión nocturna obnubila los sentidos. El espectáculo de luz y sonido se proyecta sobre las pirámides, los nichos y los senderos de esta tierra bendita donde los dioses pretenden perpetuarse.
El Tajín es una danza de luz, magia y evocación a los espíritus. Es la
reunión anual de las culturas y el encuentro de las generaciones.
Fulgura el recinto ceremonial totonaca en todos los tonos. Ya por
momentos son rojas sus escalinatas, y ante el asombro de los
visitantes se tornan a moradas en un espectáculo nocturno a cargo de
Miguel Angel Negrete, productor general, y Salomón Bazbaz, productor
ejecutivo del centro ceremonial, quien dice contundente:
"Cada vez nos preocupamos más porque la Cumbre sea un espectáculo que brinde a todos sus visitantes una serie de actividades que permitirán
perpetuar las celebraciones ancestrales en torno a nuestros sitios
sagrados; nos ayuda a no olvidar sino nutrirnos de nuestras raíces".

Papantla recibe por octava ocasión a cientos de visitantes.
Ya. La Cumbre Tajín. Su historia y sus leyendas.
Hay, por supuesto, una actividad central: el equinoccio de primavera.
Dice doña Elba Almager, mujer que ha venido de Puebla:
--No olviden vestirse de blanco. Y su listón rojo en la cabeza. Hay
que aprovechar para hacerse una limpia, para purificarse en el
temazcal, para comprar, pues en estos días el Tajín es, además, un
gran mercado. Vivamos el amor por las raíces, por las enseñanzas
eternamente perdurables de los abuelos.

La Cumbre poseé tres elementos básicos: la majestuosa ciudad de Tajín,
cuyo espectáculo nocturno vierte aromas de copal y yerbas medicinales.
Siete estaciones habrán de recorrerse para satisfacer a los sentidos.
El Tajín es paraíso de formas y colores.
El ritual inicia desde el acceso. Los viejos sabios, palmos de
yerbas en las manos, y rezos ancestrales, murmullos interminables,
invitan a sensibilizar el alma a través de un lugar misterioso y
oscuro que se va abriendo entre el aire impregnado de copal, donde el
grupo de médicos tradicionales brinda a los visitantes limpias
ceremoniales de purificación.
Choca el rojo contra las escalinatas y la sombra de cada edificación
realiza caprichosos trazos que cientos de cámaras capturan.
"A mí lo que más me gusta son los colores, las danzas y el sonido de
flautas y tambores"
, atreve Alelí, una pequeña totonaca, nativa de
Papantla, quien asiste con su abuelo a la ceremonia.
En la Pirámide de los Nichos se incorporan los "Quetzales" de
Zozocolco, que con fastuosos penachos representan la invocación a los
puntos cardinales, donde los danzantes giran imitando al planeta, la
luna y el sol.
Son los niños totonacos quienes ofrecen a los espectadores caritas de
barro rescatadas de pequeños bancos de arena mientras se vierten por
toda la zona arqueológica los rezos de protección y la flauta acompaña
cada paso de quien hoy visita la ciudad sagrada.
Los voladores realizan su vuelo en el árbol de la vida, de 22 metros
de altura, desde donde invocan a las deidades por una buena temporada.
Las imágenes colman de energía a los visitantes.
Son totonacas los policías de El Tajín: que nadie traspase las áreas
protegidas. Que apenas se acerquen a los viejos que oran y cantan sin
cesar.
Aunque esta primera visita es un viaje especial para la prensa, el
INAH y las autoridades de la región han cedido su espacio también para
los habitantes del pueblo. El costo, que generalmente es de 40 pesos,
esta noche no existe pues papantlecos, y más de un centenar de medios de
comunicación, se sumergen por igual en las entrañas de la mexicanidad.
Fuera los espíritus. los cuatro puntos cardinales otorgan el permiso
para iniciar la Cumbre. Otra de las danzas tradicionales totonacas,
"la Danza de los Negritos", combina los colores de paleta antigua y el
atavío tradicional con la música de violín.
Este ritual lo conoce Alelí. Se la enseñaron en la escuela, como muchas otras de las leyendas de sus antepasados.
"Narra la historia donde el caporal es mordido por la serpiente de la
maldad y antes de morir reparte los bienes a sus compañeros, pero su
pureza lo salva; aquí surge Pilatos, el personaje del caballo de palo,
la ropa vieja y las bromas, él representa las tentaciones condenadas a
fracasar al frente del fervor de la verdad".

Acaba la noche de viernes.
Y uno de los paseos obligados es por el nicho de los aromas y sabores.
Las cocineras totonacas disponen de una decena de pequeñas cabañas de
donde emergen los vapores de la cocina.
Dice doña Estela:
--Pasen, sin miedo. Bienvenidos a esta tierra. Prueben, por favor, de
cada kiosko uno a uno los platillos.
Y sí:
Aquí, con doña Estela se ha guisado el pollo y las costillitas. Hay
tortillas recién hechas y los visitantes noche a noche llegarán a
saciar los paladares.
--Aquí podrán escoger a su elección lo que prefieran –comenta Martha
Atzín, cuyo apellido significa gota de agua-- coordinadora del Nicho.
--Se trata de una muestra gastronómica en donde nos apegamos fielmente a lo más tradicional de la cocina en la región, para que todos la
conozcan y regresen a sus lugares de orígen, con un buen sabor de boca
y el recuerdo de aromas inigualables.

Los platillos:
Púlacles o tamales de frijol, frijoles en atchuchu, bollitos de anís,
tamales de hojas de plátano, caldo de frijol, agua con chayote,
cebollina, epazote, cilantro o chicharrón.
--También tenemos dulces como tintines, pemoles, los pastelitos de
masafina, tés, café y atole.

Pero la oferta culinaria es vasta en la región del totonacapan. Pues
sumado a los guisos históricos a unos metros de la Cumbre se
encuentra, en los merenderos, algún pescado al mojo de ajo; camarones
a la diabla, o sándwiches, tortas y hamburguesas. Hot dogs, refrescos,
cervezas, clamatos o micheladas.
A las tostadas, los molotes, las enchiladas zampadas, las
espolvoreadas totonacas: tortillas recién hechas al comal, hay que
adicionar el restaurante italiano que ha sido concecionado en uno de
los principales espacios del parque.
Flautas y tambores. Colores en grandes penachos. Voladores que
arrebatan los sentidos. Culturas ancestrales que se niegan a morir.
Aromas y sabores.
Ya: El Tajín vive.

Energetizante. Magia y espíritus.
Ayer y hoy.
Otro elemento básico de El Tajín es un patrimonio intangible: la
cultura totonaca, que se puede apreciar a través de un nutrido grupo
de actividades en el parque temático.
Las filas no terminan durante todo el día. Cientos de veracruzanos y
muchísimos visitantes de otras regiones del país, pero sobre todo un
buen grupo de extranjeros, franceses, alemanes, o españoles y
argentinos, ha llegado hasta aquí y esperan pacientes bajo este sol
que no conoce la clemencia.
Una vez dentro y autorizado por la minuciosa revisión, a hurgar por
cada rincón del parque, en donde se han colocado stands, kioscos,
tiendas, y la oferta de actividades es tan disímbola que va desde un
concierto por la noche con Zoé y Belanova. Hasta las charlas de
Teófila Palafox, la única y más experimentada cineasta indígena, cuyo
trabajo en 8 milímetros la hace especial, a los ojos de los
visitantes.
En el parque temático está el Nicho de la Purificación, en donde se
podrán conocer los beneficios de la medicina tradicional, asistir a
las terapias individuales, los temazcales, masajes, sanaciones y
limpias.
O helados y hamburguesas. Y filas tan largas como las del ingreso.
Cuando el sol del mediodía baña de bendiciones a la comunidad entera,
el gobernador de Veracruz, Fidel Herrera Beltrán, inaugura, a las 12
con 25 minutos, la Cumbre Tajín 2007 acompañado por su esposa, Rosa
Borunda de Herrera, y refrenda su compromiso con el Totonacapan y el
respeto a su cultura y a sus derechos.
Ha dicho el gobernador Fidel Herrera Beltrán que las ganancias se
devolverán íntegras para la comunidad totonaca y para el apoyo
educativo de casi cien de sus jóvenes.
Una mujer indígena resume en unas palabras lo que para ellos significa
la Cumbre Tajín y sus beneficios inmediatos:
--..Te mereces un aplauso, señor gobernador.
Y el tercer elemento básico del Tajín es su patrimonio ecológico, que
promueve el acercamiento a las bellezas naturales del entorno, vía el
deporte de aventura.
La Cumbre Tajín, así, es turismo cultural, de espectáculos y de
aventura. Es la oportunidad de energetizarse, de convivir unos minutos
con los dioses, del trueque y el comercio.
Es tiempo de mitos, leyendas, costumbres y creencias.
Venir a El Tajín es, también, la oportunidad de visitar al estado que
late, es conocer la Ciudad Sagrada, el Encuentro de Voladores de
diferentes latitudes, la Casa Totonaca, los talleres étnicos, las
danzas autóctonas, el teatro campesino, la Casa Xanath, la Casa del
Algodón, Radio Tajín…
Y los conciertos: Mono Blanco, Belanova, Zoé, Byron, Sonex, Orquesta
Centroamericana de la Papaya, Willie Colón, Chak, Cojolites, Dhruva,
Moderatto, Colectivo Nortec, A contramar, Paco Rentería y Repercute,
Paul Livingstone, Ma Faiza, Tibwa y Sindicato de Tamboreros, Jugosos
Dividendos, Urukúngulo, Brujos de Jalcomulco, Son del mar, Inca Taki,
Vakna Kobal, y Olivia Gorra "Chamánica".
La Cumbre es ritmo, ecología, totonacos, prehispanidad; el nicho de
los Aromas y Sabores, el nicho de la Universidad Veracruzana, con
exposiciones, poesías, cinematografía y artes visuales, entre otras
actividades.
Y descenso de rápidos, bicicleta de montaña, rappel, cabalgatas,
caminatas. Banquete para todos los sentidos, la Cumbre Tajín ha
iniciado.
Vivamos el amor por nuestra tierra.

Papantla. Hace calor. De a poco arriban los visitantes. Al Centro
Ceremonial y al Parque Temático. Es porque esta zona norte de Veracruz
se ha convertido ya en un polo turístico obligado en los días a la
espera del equinoccio.
Por ejemplo: dice Abel Rendón, quien viene desde Coyoacán, en la
ciudad de México, y es apenas uno entre cientos de jóvenes que,
estrafalarios –rastas, gorras de colores, grandes vestimentas, barbas
desaliñadas— ha llegado a las puertas del Takilhsukut, a un par de
kilómetros de El Tajín, sitio construido para dar curso a todas las
actividades:
--Llegamos desde el jueves. Somos un grupo grande, pero siempre
venimos al Tajín. Año con año. Una, para cargarnos de energía el 21 de
marzo, o otra, para mercar nuestros productos. Nos dan chance de poner
nuestros puestos en el suelo y dios quiera este año me vaya bien.

Apenas en unas horas ya me persiné: vendí un collar de 35 pesos. Ya
salió, algo, pero ya salió.
Lámparas hechas a mano es lo que vende Abel. Y uno de sus clientes le
gana un volado y de 600 se lla leva por 400.
--Así es esto. Le gustó la lámpara al Chavo, y que me gana en el
volado. Pero va. Todo bien. Aquí a veces se pone medio tenso el asunto
con los vigilantes que un rato te piden desalojes y al otro ya te
dejan regresar. La neta es que la Cumbre está chida. Y ya verás qué
gentió en unos días…

Por todo el camino brotan efímeros negocios: la Cumbre, además de un
encuentro cultural, se ha tornado en una fiesta musical que cada noche
presenta diversos géneros.
La oferta es singular: la cultura totonaca, cuyo tema central, este
año, es la fertilidad, y una nueva perspectiva que se maneja entre la
población de convertir al Festival en una segunda Quinta Vergara y su
Festival Viña del Mar.
Pero antes de los sueños musicales del futuro, El Tajín fue centro divino.
Su esplendor:
Fue El Tajín el centro político y económico más importante al norte del estado. Su poderío rebasó los límites territoriales y la cultura totonaca se insertó en la Sierra de Puebla: en Yohualichan las excavaciones arrojaron nichos, taludes y cornisas similares a las de El Tajín.
Al sur, para arribar a El Tajín feroces guardias inquisitoriamente indagaban los motivos de la visita. Superado este inconveniente, el acceso era directo a la Plaza del Arroyo, limitada a los cuatro costados por basamentos piramidales.
A un lado de la plaza del Arroyo, una gran cancha del juego de pelota, y después de cruzar el bullicioso mercado, tres campos más del ritual deportivo de la región. Cabezas de serpientes emplumadas con humanos emergiendo de sus fauces, narran el culto a Quetzalcóatl.
Hacia el centro destacaba la plaza principal, con la Pirámide de los Nichos, ofrendada al Sol. 365 nichos exactos.
A un lado, los seis paneles de la más famosa cancha de juego de El Tajín.
Sus relieves describen la preparación de la ceremonia y a los jugadores vestidos elegantemente, auxiliados por sus ayudantes. Y lo más importante: la recreación del sacrifico.
La vida por el sueño sagrado de transformarse en águila, el ave solar.
Un tercer grabado evoca el enfrentamiento de dos jugadores. Su símbolo es el movimiento, la unión de los contrarios. El final del juego se representa en el cuarto panel: aquel jugador que hace un movimiento contrario al destino del sol es decapitado y su sangre se vierte en la tierra sagrada.
Las dos últimas escenas tienen que ver con la fecundación de los líquidos sagrados; en una se alude al cultivo del maguey y al procesamiento del pulque, cuya celebración se realiza en el templo de los ritos acuáticos, con un sacrificio humano; en la otra imagen, el dios de la lluvia se autosacrifica, y en el templo aparece un sacerdote disfrazado de pez.
En la Pirámide de los Nichos, era complejo el rito para agradecer al Sol el crecimiento de las plantas y la unión del calor que representaba al elemento masculino con la tierra, la eterna femineidad.
El Sol-águila bajaba a la tierra. Y cumplía así su sagrada misión.

Son familias voladoras,
y la tradición continúa.
Sorprenden en dos ocasiones los voladores de Papantla. Porque no son
los valientes jóvenes o los viejos cargados de experiencia quienes
ascienden al árbol de la vida.
Son pequeños de 12 años. Y ya van hacia la cima. Rosa Borunda de
Herrera implementó la escuela de Niños Voladores y el proyecto crece
cada día. Se trata de rescatar la cultura milenaria, en todos sus
sentidos.
Dice Salomón Bazbaz, productor ejecutivo de la Cumbre: "La escuela
surgió hace más de un año mediante el esfuerzo coordinado del
organismo asistencial, gobierno del estado, Fideicomiso del Parque
Temático Takilhsukut y organismos privados. Así, menores de 10
localidades de la región, entre ellos Coxquihui, Papantla y Agua
Dulce, son apoyados con comida y transporte cada sábado para que
acudan a recibir esta formación básica de nuestro legado ancestral".
Ya descienden los pequeños.
Pero el asombro no termina.
Horas más tarde serán mujeres las que realicen el ceremonial de las alturas. “Desde niña ya soñaba con volar. Me gustaba imaginarme en lo más alto del árbol de la vida, instantes antes de lanzarme al vacío”, revela Dolores Pérez, quien a sus 15 años es pionera, para confirmarlo abre amplios los brazos y asemeja el vuelo que durante siglos perteneció a un grupo especialmente elitista: el de los hombres.
Sus hermanas Soledad y Natividad, adolescentes, también son parte del grupo, junto con una de sus amigas, Virginia Vázquez.
Pero además de volar, las actividades en torno a esta tradición se multiplican en El Tajín.
Los niños voladores con apoyo gubernamental. Las mujeres voladoras, con la ilusion de también comunicarse con sus dioses.
Además, la escuela convoca a jóvenes cineastas, quienes
han realizado reportajes y entrevistas con estos niños y mujeres
voladores y tienen uno de los proyectos culturales más importantes no
solo del Totonacapan.
"Debemos evitar que la danza del volador se siga desvalorizando", reta Bazbaz, que no deja de admirarse por el lento descenso de los voladores y su rito de vestimentas coloridas y ánimos sagrados.
Todos recuerdan el último vuelo de Jesús Arroyo Cerón.
En su nombre se realizan muchas de las actividades en este parque: cayó desde 15 metros mientras descendía y, entre música ancestral y la Mirada atónita de cientos de visitants, dijo adios.
Del árbol de la vida al respeto permanete, la veneración.
Ya son más de cincuenta niños; menos de cinco mujeres, que ya vuelan.
Se han graduado y ya representan estos rituales en otras partes de la
entidad y viajan por todo el país.
Vivamos por perpetuar nuestros rituales.


El equinoccio o las piedras susurrantes.
Ya es tiempo de recibir a la
primavera. Y aunque científica y oficialmente entra a las 17:08 horas
del 20 de marzo, es el 21 el día en que la gente más visita la zona
arqueológica.
Se ha dicho que vendrán 30 mil personas.
Que los alrededores estarán llenos.
Que no habrá lugar ni para estacionarse.
Que hay que levantarse temprano.
Sea. Pero no: la realidad degolla cualquier suposición: la afluencia
de visitantes es reducida, porque no son 30 mil, por fortuna, los que
acuden con la intención de cargarse de energía y buena vibra.
--Me voy a llevar unas piedras –dice Alelí, y observa las veredas
de El Tajín y su río de pequeñas pìedras deslavadas por la historia.
--Mira esta. O esta, todas son bonitas.

Algo de especial deben tener las piedras recién cargadas de
equinoccio. Pero ella exagera:
--Son piedras susurrantes. En ella se contienen todos los secretos de
la región. Han sido testigos del paso de los siglos, de esplendor y de
derrumbe, de vida y ocaso. Ellas poseen la verdad del pueblo totonaca.
Quizás si las pongo bajo la almohada mis sueños me devuelvan al Tajín.
--Mmm, piedras susurrantes…

Caminan lentos, con los brazos abiertos, cientos de estos especiales
peregrinos del sol primaveral. Se pinta de blanco la tarde entera;
los velos y las túnicas se cargan de energía.
Alguien bromea:
--¿Y tú, cuánto tiempo crees que nos dure esta carga?
--No sé. Con que dure las cuatro horas que dura mi celular.
--O las ocho de mi Ipod.

Viva el equinoccio en la Cumbre Tajín, la antigüedad en su viaje
hacia el futuro. Sienta la hospitalidad del pueblo Totonaco.
Este día Veracruz se viste de calidez, tradición, costumbres, legados
y riquezas. Los rostros indígenas transmiten la emoción al observar
con orgullo a sus voladores de Papantla.
Qué aromas despiden la vainilla, las yerbas medicinales, el copal.
--Pase. Hágase una limpia. La cooperación es voluntaria.
Y ya los humos se encargan del sucio trabajo de acabar con la maldad.
Dice Tsazná, la mujer con el niño a la espalda.
"Esta fecha para nuestros antepasados fue muy importante pues
anunciaba el inicio de la temporada de lluvias, necesarias para la
agricultura. Ellos estudiaron el movimiento del sol entre las
constelaciones del zodiaco, lo que ayudaba a los antiguos astrónomos a
determinar qué tan cerca estaba algún solsticio o equinoccio. Ellos
nos heredaron toda su sabiduría…"
La zona arqueológica se llena de colores. El movimiento es permanente.
Todos compran y todos venden, se purifican, recuerdan su lugar en el
planeta. Se les habla de hacer el bien, de ser mejores hombres, de que
la naturaleza es un factor determinante, de la importancia del agua,
la tierra y el sol como elementos generadores de vida.
Del tributo de viajar hasta acá.
Euqus: igual, y nox: noche. Equinoccio. El sol hace un recorrido
eclíptico sobre la Tierra, cruza el Ecuador y pasa del hemisferio sur
al norte. Y ya: el día y la noche son iguales en todo el mundo, con
una duración exacta de 12 horas cada uno.
Gran celebración en El Tajín. Por el amor a la tierra, la veneración
a los ancestros, la perpetuación de las leyendas y el infinito asombro
por sus piedras susurrantes.

Ciudades a la medida de su antojo


Tiritar en el desierto

Pedro Díaz G./Enviado

LAS VEGAS.- El B-757 se desplaza tranquilo por el Oeste de la Unión Americana envuelto en un cielo gris, de escarpadas nubes que por momentos impiden ver más allá de las alas y convierte el viaje en una guerra de desesperaciones, de dedos cruzados, de pastillas para los nervios, de conversaciones ajenas que se vuelven propias cuando ya falta poco para aterrizar en esta ciudad-espejismo en donde el dinero es la única razón para existir.
--Nos informan que tenemos una temperatura, en Las Vegas, de 45 grados centígrados –anuncia el capitán de la nave.
--Ooooh. Muy soleado. ¡Qué bien!.. –repetirán algunos que se despojan ya de las chamarras.
Les informan mal.
Cuando el avión está por tocar el suelo se nota que ha llovido.
Desde muy temprano la ciudad despierta húmeda y nostálgica.
No es la misma.
Caminan sin cesar sus visitantes en esta tarde de brazos cruzados y ropa térmica pues el frío del desierto aprovecha cualquier recoveco para introducirse y hacer tiritar a cada uno, ya en bicicleta cruzando a toda velocidad el Las Vegas Boulevard; ya visitando cada uno de los casinos, en este singular escenario de hoteles en un mundo en el que todas las fantasías se han hecho posibles.
Aquí, ciudades a la medida de su antojo.
Porque si el viaje añora los rascacielos de la Gran Manzana, el hospedaje puede ser en esa suerte de ciudad que se yergue en la esquina con Tropicana Strett: sus puentes, la estatua de la libertad; los roller coasters y cada detalle de sus cinco barrios: Manhattan, Brooklin, Bronx, Queens y Staten Island que estarán representados a escala en un ambiente que engaña a los sentidos haciéndoles creer que de verdad se transita por los trazados irregulares de aquella lejana ciudad en los linderos del Atlántico.
Si la nostalgia, en cambio, llama a aventuras en el pasado, Egipto está aquí. Es, el hotel Luxor, copia fiel de la pirámide de Keops realizada a base de oscuros cristales a los que resguarda una réplica de las esfinges.
Si lo que se busca es una regresión a la época medieval, la solución se llama Excalibur y ahí modernos Reyes Arturo le mostrarán cómo se pasaba las tardes en fantásticas batallas a caballo, en este enorme castillo de colores fluorescentes y altas torres.
La fiesta está presente en las discotecas y salones de Río, por si sus deseos eran viajar a Brasil, y Río de Janeiro, con sus mujeres de altos peinados con flores y frutas le harán sentirse en Sudamérica (se presenta, además, hasta abril 15 de 1999, la colección Tesoros de Rusia, del museo de San Petersburgo, la mas grande que ha llegado del otro lado de la cortina hasta suelo estadounidense)
Vea a los magos. Lance Burton; Sigmund y Roy y sus tigres blancos que arriban en limusina al escenario, en el Mirage; escuche cantar a Johhny Mathis, y ría con él también comediante; ¿The Smothers Brothers, the Everly Brothers, The Rigthteous Brothers y Willie Nelson?, están también en esta ciudad para llevar llamada Hotel The Orleans, réplica, exacto, de cada edificio en Bourbon Strett, de cada terraza afrancesada que hasta aquí ha llegado.
Islas del Tesoro, pantallas Imax como en ningún sitio en el mundo...
Y, ahora, la sensación: Bellagio. Nada más un hotel con la consigna: el-más-fastuoso-que-se-ha-construido-en-toda-la-historia-de-la-humanidad, con apenas dos meses desde su apertura. Bellagio: su realización se calculó en 1.6 billones de dólares que no incluyen los 300 millones de dólares que se han gastado en las obras maestras que le decoran, entre otros, cuadros de Van Gogh, Monet, Cézanne, Picasso...
O tome un helicóptero y marche a admirar el Gran Cañón, aquí, muy cerca.
Coma en El alacrán de Durango, uno de los tantos restaurantes de comida mexicana que “ya empiezan a hacer ruido” en Las Vegas. Y hable de boxeo con sus amigos, al calor del “qué tal, compadre”. Escuche a los comensales disertando sobre la pelea que nos espera. Y atreva, como ellos, el comentario:
--...Va a ganar Ricardo. Tiene qué. Sólo para demostrar que el mexicano, nunca, pero nunca se raja.
Las Vegas.
Elija su ciudad de bolsillo.
¡Y apueste!
Traiga dólares. Muchos. Los necesitará.

El azoro infinito



Todo puede suceder; todo sucede...


Pedro Díaz G. /Enviado

Las Vegas.- Su nombre podría significar progreso. Desarrollo. Evolución. Un siglo tiene apenas esta ciudad en la que, aseguran quienes viven aquí, todo lo hay: hoteles inimaginables, tiendas de souvenirs, sexo a domicilio, discotecas, vida nocturna, incesante trajinar, tráfico vehicular; dinero.
Y nada la detiene.
El secreto de Las Vegas radica, principalmente, en las leyes del estado, que permiten sin pudor cualquier tipo de apuesta por ingeniosa y ocurrente que sea.
Todo se vale en el afán permanente de vencer al otro en esta interesante lucha, llamada por los mismos propietarios de las grandes cadenas hoteleras, “la pelea del siglo”: esa que enfrenta a la capacidad imaginativa de sus ejecutivos y diseñadores.
Casi enfrente del nuevo Bellagio, Aladdin, aquel tradicional resort, no existe más. Su lugar lo ocupan, por el momento, grandes mantas con publicidad del hotel que próximamente reabrirá sus puertas con un nuevo concepto (“dos noches gratis, por inauguración, infórmese”). Pero ahora, nada hay, ni un solo piso siquiera que permita ver en qué momento va la obra.
No importa.
Porque imagen recurrente es, entonces, ver por toda la ciudad enormes grúas, plumas de construcción que casi religiosamente acomodan cada pieza de lo que serán los nuevos destinos del turismo, en poco, muy poco tiempo.
¿Tráfico?
La solución viene pronto.
Ya se piensa en un segundo piso.
Las Vegas es diversión, entretenimiento, fascinación.
Pero también cultura: una docena de museos cumplen los anhelos de sus visitantes y tan sólo el Las Vegas Art Museum, inaugurado en 1997 posee una librería cuyo costo se calculó en 20 millones de dólares; el complejo todo es una de las más avanzadas obras maestras de la arquitectura.
¿Volar?
En el número 200 de la calle Convention center un túnel de viento con ráfagas de 190 kilómetros por hora permiten que el turista flote como si saltase en paracaídas (descuento a los Very Important People).
Es Las Vegas un gran oasis enmedio del desierto, en donde todo puede suceder. Todo sucede.
Es la ciudad del azoro infinito.

* * *

La vida no se detiene.
Bellagio y su inversión de 1.6 billones de dólares ha causado tal expectación que nunca antes en la historia el New York Times había enviado a cobertura alguna en su tipo a su equipo de los seis mejores periodistas para que describiesen cada rincón, cuidadosamente detallado de este hotel que, por lo elevado de sus tarifas, por supuesto, le brindan un poco más de status al visitante. Shows como el Cirque du Solei se contagian de la fastuosidad, y como producirlos tiene un elevado costo (90 millones de dólares, el precio de la producción) la entrada, oh Dios, asciende a 100 dólares por persona. Chefs especializados, diseños exclusivos de Chanel, Hermes, Armani...
Calcula el grupo empresarial que las ganancias serán, aproximadamente, de un billón de dólares por año.
¿Qué hacer ante Bellagio, la nueva obra que realizaron los de Mirage Resort (que abrieron el Mirage apenas hace una década)?
Carl Icahn, el propietario del Stratosphere traerá un show australiano que ha sido un éxito: Tap Dogs; ya piensan en remodelar el hotel, hacer más habitaciones, remodelar las áreas de apuestas.
El Mandala Bay que abriría en esta Navidad, ha tenido que aplazar su inauguración para marzo de 1999. Aladdin, donde nada hay ahora salvo las mantas que anuncian que ahí estará, promete su funcionamiento para 1999. Venetian, con 3 mil habitaciones, abre en abril.
Y los de Hilton apuestan al futuro: París Resort, la nueva maravilla, abre en septiembre. Sobre el Las Vegas boulevard, y frente a Bellagio y su lago artificial con fuentes brotantes, se yergue, con peculiar majestuosidad, en apenas su segundo nivel, una fiel copia de la Torre Eiffel.


* * *

Las Vegas.
Hay juego. Tráfico. Sexo para llevar, discotecas que no cierran. Artistas. Magos. Y hasta Michael Jordan, a quien contrataron los de Bally´s, otro de los grandes hoteles, para una singular reunión.
...Y un azoro que no se acaba nunca.

El pueblo de la montaña roja


Los hornos de Santa Bárbara


Aquí las chimeneas humean
Aquí la vida se enciende
Aquí se vive de tabique y de ladrillos
Aquí nacen los cimientos de las grandes ciudades


Pedro Díaz G. y Alejandro Almazán

Estos son los hornos de Santa Bárbara: ladrilleras en el municipio de
Ixtapaluca que dan sustento a más de mil familias desde hace 50 años y
que han surtido de material para la construcción al área oriente del
Distrito federal y otros ayuntamientos del estado de México.
Aquí pasan la vida cientos de trabajadores que de sol a sol remueven
la mezcla para dar forma a los tabiques y ladrillos; no paran en su
trajinar, aunque, les han dicho, pronto la tierra del cerro se
acabará. Y se tendrán que ir.
No paran, aunque su físico esté cansado.
No paran, porque tienen que comer.
Y en este pueblo, diríase fantasma, la montaña se vuelve roja cuando
escupe el barro ya cocido.
La vida aquí transcurre lentamente, tan lenta como se va desgastando la tierra.
Pero ahí va.
Tierra.
Todo aquí es tierra.
¨Tierra buena y tierra mala¨, según su densidad.
Para llegar a los hornos de Santa Bárbara es necesario recorrer una
senda polvorosa de 30 kilómetros, una vía de charcos y hoyos profundos
una ruta llena de colectivos azules, traileres, camiones donde al
parecer la modernidad se detuvo… Ese sendero se llama: carretera libre
México-Puebla.
Y ahí, donde una desviación anuncia la llegada a Ixtapaluca, está un
pueblo que parece perderse en el olvido: la zona hornera de Santa
Bárbara.
Un pueblo que no ha sido trazado con la lógica de urbanidad que
conocemos. Ahí no hay calles, sino carriles. No hay edificaciones
permanentes: las casas de quienes han trabajado el ladrillo cambian
tanto como la necesidad de sguir haciendo hoyos en la tierra. Y por lo
mismo son tan informes y por eso no tienen colores. No hay servicios,
el agua la compran en pipas, tanto para la elaboración de tabiques y
ladrillos como para la subsistencia cotidiana. No hay plazas ni
parques. Su vida social se realiza entonces en el único punto
construido, el único que parece limpio, el único que luce con grandes
letras sobre un fondo azul y blanco: la lechería Solidaridad. Ahí se
juntan los habitantes para recibir la leche para sus hijos; por las
tardes, o los fines de semana, para platicar.
No hay postes de luz, pero inexcusablemente el pueblo por las noches
se ilumina. Apenas.
No hay drenaje: la tierra misma se encarga de sustituirlo.
Y algo extraño: no hay música, no se escucha ni el sonido de una
televisión ¨no tenemos tiempo. Cómo, si aquí todo es trabajo…, comenta
una señora que descalza hunde sus pies en la mezcla de barro, arena y
estiércol.
Es un pueblo silencioso.
Y ytampoco hay ley: en las noches, oscuras como pocas, grupos de
pandilleros se reúnen para drogarse sin temor a ser sorpendidos.
¨Sí, jóvenes –dice María Aguilar, dueña de una pequeña tienda, que
carece de simetría, construida con tabiques que han salido del horno
que trabaja su esposo-- aquí en las noches se juntan muchos chavos y
no son de aquí, pero vienen a hacer sus desmanes.
Pueblo que no conoce la justicia.
¨Hay temporadas en que las mismas familias de la zona cierran el paso
a toda persona ajena. Como cuando los antorchas, miembros del grupo
Antorcha Campesina, quisieron apoderarse de estos terrenos y vinieron
a invadir. O como cuando un señor, que nadie nunca supo de dónde
salió, intentó vender parcelas que ni siquiera le pertenecían. Casi lo
matan¨
Pueblo trabajador.
¨Aquí uno gana lo que se propone –dice ahora Jesús González, un
muchacho que parece muy joven pero que asegura haber nacido allá por
el 56--. Y se saca para irla llevando. Es una friega, pero dónde me
iban a pagar los 50 pesos que me gano al día. ¿Dónde? En una empresa,
no. Yo estaba en la camionera Alfa, como laminador, y apenas sacaba
los 120 a la semana. Hasta que me dije, no Jesús, lo tuyo son los
tabiques….¨
Pueblo que contamina.
¨Sí, hay muchas gentes que se quejan de que siempre estamos echando
humo,. Pero creo que es necesario –la palabra es ahora de carlos
Benitez, hombre que ha dejado su vida en la ladrillera, hombre lleno
de anécdotas y hasta leyendas--. Porque si no ya nos hubieran echado
de aquí. En algún lugar se tienen que hacer los ladrillos de
santísimas casas. Además, cuando nosotros llegamos, cuando todavía
había milpas en estos territorios, la ciudad y las casas estaban muy
lejos…¨
Pueblo que está a punto de desaparecer por varias razones.
Razón uno: ¨Cuando se acabe la tierra buena, que ya no tarda mucho,
tendremos que irnos de aquí.
Razón dos: ¨Hay rumores de que el municipio piensa construir en esta
zona una unidad habitacional…¨
Razón tres: Ö cuando los patrones nos digan: se acabó, tienen que
salir de aquí. Y entonces, a sufrir para buscar dónde vivir…¨
Los trabajadores a fuego lento.
Las siete de la mañana en Santa Bárbara.
El ruido de los autos arrecia por la carretera. La gente se desborda
hacia sus lugares de trabajo. El frío cale en estos hoyos que
parecieran cráteres; el frío les anuncia que ya es hora de empezar a
trabajar. Algunos llegan de colonias vecinas.
Como la señora Matilde Rojas, que le ayda a sus hijos a tender la
mezcla, venida de Zoquiapan. Explica:
¨Lo primero que hay que hacer es rascare al banco de tierra, la parte
más al ta del terreno, para luego revolverla con arena que nos traen
los patrones con barro. Se le mueve duro y duro hasta que quede lista
para aplanarla sobre unos moldes como este --y entonces, la señora
Rojas saca de unos tambores una reja de madera que le sirve de molde.
En ella están las figuras de 10 ladrillos de tres centímetros de
espesor. Se le echa el lodo encima y después, con una palita se le va
aplanando hasta que queden bien lisitos. A algunos les gusta dibujar
figuras en cada ladrillo. A mí no.¨
Las doce del día en Santa Bárbara.
El sol arremete en contra de los trabajadores. Han dejado atrás, los
hombres, sus camisetas sudadas. Ellas han guardado los suéteres. Y
apenas han terminado de tender, viene el segundo paso: colocar
uniformemente cada ladrillo hasta que se levante una pared que alcanza
hasta los 20, 25 metros de largo y un metro y medio de altura.
Y mientras un hombre, Jesús González, apila los ladrillos, su hijo
menor de apenas 9 años le ayuda con la mezcla.
Es uno más de los que dan su vida en esta ladrillera cuyos terrenos
pareciera que son de ellos, pero no.
¨Hace muchos años aquí se sembraba maíz… cosas. Pero un día los
campesinos se dieron cuenta de que la tierra era buena para trabajar
los ladrillos y el tabique; poco a poco fue convirtiéndose en lo que
es ahora. Algunos campesinos se transformaron en patrones. Hubo
quienes prefirieron rentar sus hectáreas y entonces llegaron nuevos
patrones. A nosotros nos pagan a destajo, nos dejan trabajar aquí y a
muchos les dan hasta permiso de construir sus casuchas y quedarse a
vivir un rato. Ellos son quienes nos surten del material que se
necesita para hacer la mezcla: agua, arena de río, barro. Y ellos son
los que venden los tabiques. Unos hasta tienen sus camiones para
transportarlos. Y es que sí, aquí, a pie, a pie de horno, el material
tiene un precio. Sube si se le lleva hasta su casa.¨
--Háblanos de cantidades.
--Creo que cada tabique, que es más grueso que el ladrillo, lo venden
en 2.50 Sube uno o dos pesos si se lo llevan a su casa. El ladrillo
cuesta 1.25¨.
--Usted cuánto gana
--Eso depende de cada patrón. A mí me pagan poco: cincuenta nuevos
pesos el millar. Pero a otros, hasta 70¨.
--¿Cuándo están listos los tabiques para entrar al horno?
--No, pues eso depende del de allá arriba del sol, regularmente
esperamos ocho días para que estén cocidos.
Calla un momento Jesús.
Su hijo le dice que ya, que ya terminó de mover la mezcla. Que la vaya
a ver para saber si le hace falta ¨otra vuelta¨. El hunde sus pies en
el lodo y comenta: La mezcla se hace de un día para otro, porque se
debe dejar reposar. Esta, por ejemplo, es la que vamos a usar mañana.
--¿Y vives bien de esto?
--Les digo que es mejor que una empresa. Además yo siempre he pensado.