Tiritar en el desierto
Pedro Díaz G./Enviado
LAS VEGAS.- El B-757 se desplaza tranquilo por el Oeste de la Unión Americana envuelto en un cielo gris, de escarpadas nubes que por momentos impiden ver más allá de las alas y convierte el viaje en una guerra de desesperaciones, de dedos cruzados, de pastillas para los nervios, de conversaciones ajenas que se vuelven propias cuando ya falta poco para aterrizar en esta ciudad-espejismo en donde el dinero es la única razón para existir.
--Nos informan que tenemos una temperatura, en Las Vegas, de 45 grados centígrados –anuncia el capitán de la nave.
--Ooooh. Muy soleado. ¡Qué bien!.. –repetirán algunos que se despojan ya de las chamarras.
Les informan mal.
Cuando el avión está por tocar el suelo se nota que ha llovido.
Desde muy temprano la ciudad despierta húmeda y nostálgica.
No es la misma.
Caminan sin cesar sus visitantes en esta tarde de brazos cruzados y ropa térmica pues el frío del desierto aprovecha cualquier recoveco para introducirse y hacer tiritar a cada uno, ya en bicicleta cruzando a toda velocidad el Las Vegas Boulevard; ya visitando cada uno de los casinos, en este singular escenario de hoteles en un mundo en el que todas las fantasías se han hecho posibles.
Aquí, ciudades a la medida de su antojo.
Porque si el viaje añora los rascacielos de la Gran Manzana, el hospedaje puede ser en esa suerte de ciudad que se yergue en la esquina con Tropicana Strett: sus puentes, la estatua de la libertad; los roller coasters y cada detalle de sus cinco barrios: Manhattan, Brooklin, Bronx, Queens y Staten Island que estarán representados a escala en un ambiente que engaña a los sentidos haciéndoles creer que de verdad se transita por los trazados irregulares de aquella lejana ciudad en los linderos del Atlántico.
Si la nostalgia, en cambio, llama a aventuras en el pasado, Egipto está aquí. Es, el hotel Luxor, copia fiel de la pirámide de Keops realizada a base de oscuros cristales a los que resguarda una réplica de las esfinges.
Si lo que se busca es una regresión a la época medieval, la solución se llama Excalibur y ahí modernos Reyes Arturo le mostrarán cómo se pasaba las tardes en fantásticas batallas a caballo, en este enorme castillo de colores fluorescentes y altas torres.
La fiesta está presente en las discotecas y salones de Río, por si sus deseos eran viajar a Brasil, y Río de Janeiro, con sus mujeres de altos peinados con flores y frutas le harán sentirse en Sudamérica (se presenta, además, hasta abril 15 de 1999, la colección Tesoros de Rusia, del museo de San Petersburgo, la mas grande que ha llegado del otro lado de la cortina hasta suelo estadounidense)
Vea a los magos. Lance Burton; Sigmund y Roy y sus tigres blancos que arriban en limusina al escenario, en el Mirage; escuche cantar a Johhny Mathis, y ría con él también comediante; ¿The Smothers Brothers, the Everly Brothers, The Rigthteous Brothers y Willie Nelson?, están también en esta ciudad para llevar llamada Hotel The Orleans, réplica, exacto, de cada edificio en Bourbon Strett, de cada terraza afrancesada que hasta aquí ha llegado.
Islas del Tesoro, pantallas Imax como en ningún sitio en el mundo...
Y, ahora, la sensación: Bellagio. Nada más un hotel con la consigna: el-más-fastuoso-que-se-ha-construido-en-toda-la-historia-de-la-humanidad, con apenas dos meses desde su apertura. Bellagio: su realización se calculó en 1.6 billones de dólares que no incluyen los 300 millones de dólares que se han gastado en las obras maestras que le decoran, entre otros, cuadros de Van Gogh, Monet, Cézanne, Picasso...
O tome un helicóptero y marche a admirar el Gran Cañón, aquí, muy cerca.
Coma en El alacrán de Durango, uno de los tantos restaurantes de comida mexicana que “ya empiezan a hacer ruido” en Las Vegas. Y hable de boxeo con sus amigos, al calor del “qué tal, compadre”. Escuche a los comensales disertando sobre la pelea que nos espera. Y atreva, como ellos, el comentario:
--...Va a ganar Ricardo. Tiene qué. Sólo para demostrar que el mexicano, nunca, pero nunca se raja.
Las Vegas.
Elija su ciudad de bolsillo.
¡Y apueste!
Traiga dólares. Muchos. Los necesitará.
Ciudades a la medida de su antojo
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